Washington: ciudad símbolo de un país, no de sus ciudadanos

Por Jose Joaquín Cordua U.

La creación de la ciudad de Washington, oficialmente denominado Distrito de Columbia, comienza luego de la Independencia de Estados Unidos en 1776. Nace como una ciudad planificada, para servir como capital nacional permanente separada de los 50 estados, donde se concentran las 3 ramas del Gobierno (Legislativo, Ejecutivo y Judicial).

La planificación urbana de la ciudad fue diseñada por el Ingeniero y Urbanista Pierre L’Enfant el año 1791. L’Enfant desarrolla una amplia ciudad con edificaciones al estilo Barroco, amplias avenidas radiales y espacios ceremoniales, respetando los contornos naturales del terreno. El resultado fue la intersección de avenidas diagonales superpuestas sobre un sistema de grilla. Donde confluyen estas avenidas se emplazan los edificios más importantes, el Congreso y el Capitolio. L’Enfant especificaba en sus notas que las avenidas debían estar situadas de tal manera que permitieran conectar visualmente espacios topográficos relevantes de la ciudad donde se pudieran erigir importantes monumentos y esculturas. Un diario de la época señala en su editorial: “El jardín que conecta el Capitolio con la casa del Presidente se presenta en proporciones que se corresponden con la magnificencia de esas estructuras; el espacio que está diseñado para ocupar es de 1700 pies de ancho, y más de 7.000 pies de longitud, independiente de los dos inmensos declives, y la casa del presidente del canal que los separa del jardín”. [1]

El plan se mantiene casi intacto hasta 100 años después, cuando se implementan recomendaciones del Plan McMillan, el cual buscaba rediseñar y vitalizar “The National Mall”, reemplazando el paisaje Victoriano propuesto por L’Enfant por grandes extensiones de pasto y permitiendo las construcciones de museos y centros culturales Neoclásicos de baja altura a lo largo del vasto eje.

Es a través de su historia, especialmente en su tratamiento urbano que se demuestra que el centro urbano de Washington y en particular el National Mall, representa uno de los distritos más distintivos y característicos de Estados Unidos, totalmente diferente de las demás ciudades Americanas. El eje creado por el Mall y su entorno inmediato constituyen la imagen que Estados Unidos quiere mostrar al mundo: desde el Capitolio al Monumento de Lincoln, la Casa Blanca, los monumentos de Washington, Jefferson, y el de Vietnam; todo ese magnífico complejo desempeña perfectamente su papel histórico, político y cultural, símbolo de una nación, que se erige como ejemplo de democracia y estado republicano.

A diferencia de otras capitales en el mundo, estos monumentos y símbolos no fueron concebidos como parte del entorno urbano, para la ciudad, si no en términos nacionales, representando a todo el país. Esta zona no forma parte integral de la ciudad, no se incorpora con el medio urbano amplio y más complejo, si no que se mantiene como un oasis de monumentalidad. Washington D.C. nunca se ha visto como una ciudad real y compleja, si no como el asiento de las instituciones federales, del poder gubernamental y reflejo de la unidad nacional.

“En el contexto de los Estados Unidos, un plan tan grande como la ciudad de Washington DC, con 200 años de antigüedad, se encuentra sola por su magnificencia y escala. Pero como la capital de una nueva nación, su posición y apariencia, tenían que superar el equilibrio social, económico y cultural de una mera ciudad: fue pensado como el modelo para la planificación de la ciudad estadounidense y un símbolo del poder gubernamental para ser visto por otras naciones. El aspecto notable de Washington, es que, por definición, de bloques independientes y espacios abiertos sin obstáculos, el plan concebido por L’Enfant ha cambiado poco hasta hoy.”[2]

Las grandes ciudades han sido y seguirán siendo realidades multifacéticas y contradictorias; centros de creatividad cultural e innovaciones técnicas; fuentes de tensión y conflicto; espacios para la emancipación y libertad; para nuevas formas de opresión y segregación; cunas de oportunidades y creaciones de todo tipo, pero también espacios donde reina la miseria, el desorden y las pasiones. En otras palabras, cada gran ciudad presenta un escenario complejo, diverso y cambiante. Todo este conjunto de características generan una amalgama única y propia, exclusiva de cada gran ciudad, que le dan un sello propio y característico. Esta dimensión compleja hace que cada gran ciudad sea un mundo interesante y atractivo para sus habitantes y para los afuerinos, que quieren conocer y vivir. Estas realidades se van creando a lo largo de cientos de años de la ciudad a través de la historia, sin un orden establecido, si no por las complejas interconexiones de las vidas de cada uno de sus habitantes.

Para entender la ciudad debemos darnos cuenta que la ciudad es un ser vivo formado por un conjunto de relaciones fragmentadas. La ciudad es esencialmente finita y efímera, dinámica y en constante cambio, y no está formada sólo por un conjunto de edificios y calles, si no que por la correlación cultural de todas las personas que la habitan, es un complejo organismo social interrelacionado con la infraestructura de la que está formada.

La oportunidad de crear una ciudad desde cero, producto de una planificación centralizada, se presenta como el sueño de cualquier arquitecto urbanista, la búsqueda del modelo perfecto de ciudad funcional y eficiente. Le Corbusier planteó la Ville Contemporaine, Oscar Niemeyer hizo lo propio con Brasilia, así como L’Enfant lo hizo en Washington. La idea de plantear el diseño integral de una ciudad, tratando de resolver todos los problemas desde una planificación previa siempre ha estado presente. Pero esta visión deja fuera esa parte fundamental de la ciudad, la generada a partir de las innumerables vidas que aportan, cada una a su manera, a la creación del carácter único, propio y complejo. La sociedad contemporánea se da cuenta de la importancia de todos, de cada ciudadano, la inmensa relevancia de la participación ciudadana, de que no existe una universalidad que puede ser diseñada centralizadamente, sino que justamente lo contrario, el mundo y la ciudad son el resultado de una suma infinita de pequeñas realidades y temas individuales.

Este es el gran problema que presenta Washington, al ser una ciudad diseñada por un urbanista para cumplir un sueño, para representar un ideal, como símbolo del gobierno de un país y del poder del estado. Esta visión no considera los problemas reales de cualquier ciudad, los que se ven opacados por los de una nación. Producto de este diseño, la sociedad que vive en esta ciudad se ve totalmente segregada y no participante en las decisiones y en la vida de sus propios barrios y entorno.

La sociedad reclama la participación en el poder de decisión, tanto a nivel local de sus barrios y localidades, como a nivel nacional. Dado que el Distrito de Columbia es el centro del poder federal, pero no forma parte de ningún estado, los habitantes de la ciudad de Washington no tienen los mismos derechos y poder de representación que los habitantes de cualquiera de los 50 estados de la nación. No tienen senadores ni representantes que defiendan sus intereses en el Gobierno Federal. Este centro urbano concentra todos los problemas del país, más que cualquier ciudad Americana. Uno de estos es la insuficiencia en el espacio urbano que sirva como herramienta para la integración social, de hecho esta situación recae en todo lo contrario, donde la ciudad segrega a la sociedad.

Es importante dar una noción de poder que no haga exclusiva referencia al gubernativo, si no que contenga la multiplicidad de poderes que se ejercen en la esfera social, los cuales se pueden definir como poder social. En la verdad y las formas jurídicas, que no es el poder político ni los aparatos de Estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo. No existe un poder; en la sociedad se dan múltiples relaciones de autoridad situadas en distintos niveles, apoyándose mutuamente y manifestándose de manera sutil.

Washington es una ciudad monumento, una ciudad símbolo que representa adecuadamente lo que sus creadores diseñaron y soñaron, la capital de la república democrática más grande y poderosa del mundo. Sin embargo, no es una ciudad para sus habitantes, donde éstos vivan y resuelvan sus problemas adecuadamente, no es una ciudad que logre identificar y reflejar fielmente la idiosincrasia de sus ciudadanos.

 

 

Referencias:

  • Subirós, Josep; Space and culture in Washington, D.C.: A Capital in Search of a City, Comparative Urban Sudies project occasional paper No 9, Woodrow Wilson international center for scholars, 1997.
  • Warner, Sam Bass; American urban form: a representativehistory, Cambridge, Mass. : The MIT Press, 2012.
  • Chueca Goitia, Fernando, Brevehistoria del urbanismo, Madrid : Alianza, 2011.

 

[1] “Essay on the City of Washington,”Histories of the National Mall, accessed October 15, 2014, [http://mallhistory.org/items/show/474.]

 

[2] The L´Enfant and McMillan plans,[En línea], disponible en: http://www.nps.gov/nr/travel/wash/lenfant.htm

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3 respuestas a Washington: ciudad símbolo de un país, no de sus ciudadanos

  1. Felipe Faura dijo:

    Buena columna e interesante en el punto de vista que puede ser una ciudad que trata de representar el simbolismo de un país entero, pero discrepo en la postura de que no soluciona la vida al ciudadano, o que no refleje e identifique a estos mismos. Hay un tema que no se puede dejar de lado dentro de la cultura del estadounidense, que es su gran sentimiento americano y de amor patrio por sobre todas las cosas. Basta con ver las películas de Hollywood y su imposibilidad de ver alguna escena dentro de esta con una bandera estadounidense en primer plano. Pero volviendo al tema de la ciudad, si uno hace un barrido general a las ciudades representativas de los Estados Unidos, se puede apreciar claramente la diferencia, casi por decirlo, temática de cada una. Por ejemplo Nueva York y su cultura de la congestión, Los Angeles y el Glamour, las Vegas que no necesita más explicación, Baltimore y su condición de ciudad puerto, Boston, San Francisco, Dallas, Houston, Chicago, etc… Todas tienen un tema que las identifica y así mismo las ve el ciudadano americano. Por lo mismo encuentro que el hecho de que se quisiera llamar a Washington como la capital de Estados Unidos hace sentir al ciudadano de esta que tiene que ser partícipe de esta monumentalidad propia de los ejes de París, e incluso con mayor ancho para poder observar los distintos inmuebles representativos de esta nación. Y si uno transita por Washington es una de las ciudades más ordenadas en el planeamiento de sus vías, la mayoría en orden ortogonal. Vale mencionar que la estrategia de la ubicación de la ciudad no fue menor, ya que remata un eje desde el noreste partiendo por Boston después Nueva York, Filadelfia y Baltimore, por la costa con un claro interés de las posibles llegadas o intercambio directo con la cultura europea, y que es el punto de introducción a la zona centro del país.

  2. Felipe menciona varias ciudades estadounidenses importantes y la identidad que estas también tienen, para argumentar en contra de la idea inicial de la columna, pero la verdad es que varias de ellas también son bastante problemáticas: Los Angeles tiene un problema de transporte público y escala humana vs. automotriz bien conocido que está lejos de ser glamoroso, Baltimore últimamente ha logrado mejorar algo de su imagen pero hace 15 años la identidad que habría sido asociada a ella habría sido la de ciudad delincuente, y Las Vegas es esencialmente un parque temático gigante donde los verdaderos habitantes de la ciudad también quedan relegados a casitas en la periferia. Nueva York es un caso particularmente muy complejo: es tan distinto al resto de EE.UU que identificarse como un ¨new yorker¨ es de alguna manera casi separarse de la identidad de “americano patriótico” que es más frecuente al sur del país.
    Yo si estoy bastante de acuerdo con lo que Jose Joaquín plantea en su columna, y creo que efectivamente, al igual que en las otras ciudades nombradas, en D.C. existe un centro planificado que contiene una gran cantidad de construcciones y vistas icónicas a nivel de país (incluso mundial en el caso de la Casa Blanca) que esencialmente funciona como una especie de postal urbana. A su alrededor es posible encontrar suburbios y ciudades satélites que es donde la mayor cantidad de los trabajadores de esta ciudad efectivamente viven, y cuya organización espacial y topológica sigue una lógica más cercana a cómo se comporta la gente en su diario vivir. La cantidad de población en ciudades como estas prácticamente se duplica durante el día (en el caso de D.C la población transitoria que solo va a trabajar durante el día es equivalente al 79% de la población total). Muchas veces la aparición de estos sectores de viviendas es incluso considerada como una contaminación del concepto inicial de estas ciudades planificadas, pero resulta que realmente vivir dentro estas ciudades puede llegar a ser no sólo caro sino también poco práctico. Washington esencialmente funciona como un centro de oficinas para todos los suburbios y ciudades satélites que lo rodean. Esto por sí solo no debería ser problemático con un sistema de transporte público eficiente y una cantidad de equipamiento adecuado en estos suburbios, pero hoy en día todavía se están consagrando estas dos cosas. Puede que D.C sea la capital política del país, pero no una capital cultural. Si otorga cierta ¨identidad¨, esta es otorgada al país completo y no a sus ciudadanos en particular.

  3. Macarena Aspillaga dijo:

    “La única cosa de la planificación, es que las cosas nunca ocurren como fueron planeadas.” Lucio Costa.

    No conozco personalmente la ciudad de Washington, pero basándome en la discusión anterior quisiera dejar una publicación que refleja fielmente la experiencia que tuve al visitar Brasilia. Este libro tiene dos lecturas contrapuestas, por un lado la Brasilia proyectada, y por otro la Brasilia habitada.

    “En la ciudad perfecta no tiene cabida la imperfección de la realidad… sin embargo, ésta se cuela y se hace visible aunque se la pretenda ocultar.” Zaida Muxí Martínez para el prólogo de “BRASILIA/La fallida tierra de nunca jamás.”

    Proyectada _ http://es.calameo.com/read/00230840749ffbb05be31
    Habitada _ http://es.calameo.com/read/002308407b34ff085c689

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