Tumores urbanos, ¿extirpables o evitables?

M Jesús FernándezPor María Jesús Fernández.

La ciudad, como muchos urbanistas la han considerado, «es un organismo vivo», evolutivo y receptor del cambio, sin embargo, no hay que ser un médico experto en ciudad, para percibir sus síntomas y darse cuenta cuándo una ciudad está enferma y necesita de manera urgente una quimioterapia. Es este «organismo vivo» el que se pronuncia y nos habla, comunicando constantemente su estado.  

Basta con darnos una vuelta por el centro de Santiago, ¿qué vemos?, ¿gente?, sí, ¿comercio?, también, ¿vivienda?, ¡exacto!

La forma urbana del centro de Santiago ha evolucionado en gran medida por el factor vivienda, como eje compositivo de la trama urbana. Desde la ciudad fundacional a la ciudad de cuadras y luego a la del espacio público, siempre la vivienda ha cobrado un rol protagónico en su configuración. Desde el inicio de la ciudad, los cambios morfológicos experimentados han sido guiados por la huella de la vivienda en la ciudad. Es decir, desde la manzana cuadrada en donde prácticamente todo está construido en un gran bloque continuo, hasta la predominancia actual del «espacio público» por sobre lo construido como un intento de generar calidad urbana. Escribo «espacio público» entre comillas, por si realmente podemos llamar espacio público a lo que hoy se vende como tal, un banco con una luminaria y un árbol, no es el espacio público que generará la calidad urbana que a conciencia deberíamos buscar obtener.

Es momento que dejemos de ser espectadores y nos arriesguemos a ser médicos, con un ojo más agudo. Pregunto nuevamente, ¿qué vemos actualmente en el centro de Santiago?, grandes tumores urbanos, con posibilidad de metástasis y mal pronóstico, si no actuamos ya. ¡Exacto!, eso es lo que vemos hoy, una proliferación de grandes torres de viviendas en donde cada cual se posa no precisamente en el lugar donde genere mejor calidad urbana, sino en el lugar en donde el mercado lo avala como rentable. ¿No suena esto ya terrible?, sí, pero es aún peor. Estos tumores urbanos con tendencia metástica, no sólo abandonan el espacio público, anulando su relación con el entorno y enclaustrando al centro, sino que también generan los conocidos espacios muertos entre ellos, ya que cada edificio compra los lotes necesarios y el que se niega a vender, pasará a formar parte de uno más de estos espacios muertos incontables existentes en el centro. Residuos urbanos que se convertirán en centros basurales que nadie comprará.

A simple vista, el paciente, parece agónico. Sin embargo, hay cura posible, si sigue incondicionalmente las indicaciones del médico. Se cree que el centro de la solución está en el manejo de la gestión y en los proyectos inmobiliarios, sin embargo, ese es sólo un analgésico a la enfermedad. La proliferación del virus, está en nosotros, sí, en nosotros, profesionales competentes en el problema, que sólo acompañamos al enfermo en su muerte y vemos como se debilita cada día más y no le entregamos las herramientas que necesita para su mejoría.

Sin ir más lejos, José Antonio Coderch, en «No son genios lo que necesitamos ahora», apela al sentido del valor moral por sobre lo construido, al trabajo consciente de los arquitectos respecto al «sentido de su misión» y sobre todo a la facilidad con que «ocultamos cuidadosamente con grandes y magníficas palabras, nuestra gran irresponsabilidad (que a menudo sólo es falta de pensar), nuestra ambición y nuestra ligereza».[1]

El remedio que podrá extirpar de raíz estos tumores proliferantes por nuestro centro urbano, está en nosotros y en la postura frente a estos hechos urbanos. No nos podemos quedar indiferentes ante este problema y menos aún formar parte de él y abandonar nuestra ética por la ambición. Si no más bien, desde nuestra disciplina proponer ideas que resuelvan los problemas de los cuales nos tenemos que hacer cargo.

Es importante preguntarse siempre, como lo manifiesta Adolf Loos[2], si lo que propongo es mejor que lo anterior, en caso contrario es mejor seguir con lo actual. ¿Son mejores estas nuevas torres de vivienda a los antiguos conjuntos habitacionales?, ¿qué pasa con los espacios públicos que queremos generar?

Escuchemos un poco más a nuestro sentido común y actuemos. Quedarnos como espectadores del problema, llevará inevitablemente a la extirpación, tarde o temprano, de estos tumores urbanos, que podrían ser desde sus inicios, completamente evitables. El tema está en llegar a tiempo con el remedio antes que la enfermedad nos consuma. Tengamos cuidado en cómo el repoblamiento urbano dialoga con el actual poblamiento.

[1] CODERCH, José Antonio. “No son genios lo que necesitamos ahora”, revista Domus, noviembre 1961.

[2] LOOS, Adolf. “Reglas para quien construye en las montañas”, 1913.

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12 respuestas a Tumores urbanos, ¿extirpables o evitables?

  1. Rafael Urcelay dijo:

    Santiago tiene cáncer; las torres, no solo en su centro son un grave problema para la ciudad y el entorno urbano. Lamentablemente la elección no es simple, torres de vivienda versus conjuntos habitacionales es un dilema que representa uno aún mayor; densificación o expansión. No creo que necesitemos genios, pero tal vez el sentido común en este caso no es suficiente. Estamos frente a un problema de enorme complejidad, como habitar correctamente la densidad.

  2. Bárbara Schoepke dijo:

    Al decir María Jesús en su columna, «(…)desde nuestra disciplina proponer ideas que resuelvan los problemas de los cuales nos tenemos que hacer cargo», se entiende como una ciudad está en gran medida hecha por sus habitantes. Debemos ser ciudadanos mas comprometidos y pro activos, identificando problemas, oportunidades y soluciones que mejoren la calidad de vida. Es cierto que no podemos hacernos cargo de todo como nuevos proyectos de infraestructura, parques, grandes movimientos sociales o lineas de metro. Pero si de un trabajo mas intimo, lo domestico, lo que puedo alcanzar desde el barrio. En este contexto también debemos saber pasar de la queja y la denuncia a la acción, proponer, innovar y contribuir en la construcción de una mejor ciudad.

  3. Sobre esta situación, que afecta a los barrios con demandas habitacionales ascendientes, como a arquitectos o futuros arquitectos, que si bien, no estamos exentos de culpa, no podemos atribuirnos toda esa desmesurada “proliferación del virus” nombrada por la autora de la columna, ya que en temas de urbanismo no somos los únicos actores. Por lo tanto, no es que queramos ser meros espectadores, sino que hay un tema importante de políticas públicas, que dificultan la diligencia para realizar mejoras en la materia. Como lo serían, las modificaciones a los Planes Reguladores que permiten estas edificaciones. Los trámites y plazos para hacer un cambio en el Plan Regulador de un municipio son complejos. En primer lugar, se debe informar a los vecinos en especial a los afectados, sobre lo que se propone y sus efectos, segundo, realizar una o más audiencias públicas en los barrios para exponerlo. En Tercer lugar, consultar la opinión del consejo económico y social comunal. Cuarto, exponer, con posteridad a las audiencias públicas, el proyecto por al menos 30 días. Quinto, convocar a una nueva audiencia para consultar a la comunidad y luego, esperar 15 días para que se hagan observaciones. Después de todo ello, el alcalde deberá presentar el proyecto para la aprobación del concejo comunal, esperar 60 días, etc, etc, etc. De esta forma, habrán pasado aproximadamente dos meses y aún no se terminan los trámites necesarios. Durante este tiempo, seguramente, ya se habrán permitido edificar varios proyectos.

    Tampoco podemos culpar a los inmobiliarios, ya que ellos encuentran la oportunidad y la toman, todo en conformidad a las leyes y demás normas vigentes.

    Para evitar irrumpir en barrios patrimoniales, con edificios que no mejoran la calidad de vida de sus habitantes y que a veces significan mayor congestión en lugares ya saturados, se debe tener una intención colectiva, que sea activa y reflexiva para, en primera instancia, cambiar algunas políticas que entorpecen la prosperidad de los barrios y luego de esto, construir o corregir errores cometidos en el pasado.

  4. Manola Ogalde dijo:

    Respecto al comentario anterior de Virginia, considero importante resaltar el hecho de que, si bien en muchas ocasiones la normativa impone limitaciones y problemas considerables, resulta cuestionable pensar que la modificación en un plan regulador tendría un impacto tan considerable en el buen diseño de un proyecto. Creo que ningún plan o norma urbana reemplaza la capacidad real del diseño urbano de ordenar, dar coherencia y construir relaciones espaciales en un programa de usos. Un plan regulador no genera por sí mismo calidad de vida. Es cierto que puede aportar muchísimo, controlando usos incompatibles, determinando y estableciendo límites en el volumen construido y la densidad de viviendas, etc. Sin embargo, un plan regulador no es esencialmente capaz de dar forma al espacio ni de articular correctamente diversas actividades. De eso se encarga el diseño y eso sí es competencia del arquitecto.
    Un típico ejemplo de ello es la renovada estación del Metro Escuela Militar. Ésta no sería lo mismo si no fuera por su diseño. Su anterior fracaso de usos comerciales y públicos no se debía a bajas demandas, mala localización o las imposiciones de una determinada norma. Se debió únicamente a una inadecuada estructuración de las relaciones entre los programas, los flujos y los espacios públicos por parte de quienes los pensaron y diseñaron. Esto impidió atender y aprovechar las demandas que existían en el lugar y hacer “”funcionar” los proyectos anteriores. Por el contrario, la estación existente (construida desde la iniciativa privada), logró constituirse en un espacio urbano memorable, en el que el diseño logró definir de manera justa y medida un programa y organizar los espacios y circulaciones acertadamente.

  5. Constanza Domínguez dijo:

    Interesante el concepto de ciudad enferma, enfermedad que se debemos curar. “La proliferación del virus, está en nosotros, sí, en nosotros, profesionales competentes en el problema” como se refiere la autora.

    Se viene un poco el mundo encima cuando se piensa en reestructurar, cambiar, mejorar el espacio público, descongestionar, proteger el patrimonio y muchos otros conceptos que los escuchamos día a día, ya que es verdad, la ciudad está enferma y necesita de una cura y cirugía.

    Pero ¿Por donde empezar? No hay que ser cortoplacista, debemos pensar en el que usará y habitará ésta cuidad cuando nosotros ya no lo hagamos, siempre aportando desde lo que uno sabe hacer.
    Al ser la ciudad un organismo vivo, está compuesto por una unidad básica, la célula, que al unirse entre ellas, van formando conjuntos mayores con requerimientos específicos, dependientes y aportadores de otros conjuntos que finalmente constituyen este cuerpo, y a que a la vez este cuerpo se relaciona con otros cuerpos igual de complejos y así sucesivamente.

    Como dicen en comentarios anteriores, hay que dejar la teoría, las palabras bonitas y actuar, hoy, “partiendo en casa” como dice el dicho y también, que aunque suene obvio, “de la reja hacia fuera” y ese “afuera” se refiere no solamente la vereda y la calle que nos compete, si no que todo este “cuerpo ciudad” que finalmente, lo estamos compartiendo.

  6. Felipe Faura dijo:

    Estoy de acuerdo a lo que dice Constanza en lo que se refiere a partir en casa. Uno debiese tratar el espacio público de la misma forma que uno trata su casa. Se tiene que tener consideración de todos los factores que inciden en una casa como también con las personas que se convive. Incluso en espacios compartidos como los edificios de oficina, al igual que los tumores planteados como las torres de vivienda en el centro, hay un tema de conveniencia propia que va mas allá del interés común y de mejor convivencia. Muchas veces en las oficinas de planta libre el jefe se arma su oficina en una escala desproporcionada a lo que va a necesitar su real espacio de trabajo, así generando un espacio reducido para el resto de los trabajadores y en muchos casos colapsado que termina influenciando en el rendimiento y en la convivencia, creando un ambiente de trabajo muy desagradable.
    Lo mismo ocurre con la ciudad y estos tumores que dicen ofrecer más espacio de vivienda en un menor área y que además venden con slogans diciendo que son de excelente arquitectura. El interés propio del arquitecto y de la empresa que lo construye por ganar dinero para ellos mismos y que le entrega beneficios compradores solamente es el peor de los virus que afectan a la ciudad, se olvidan de que van a ser parte de una ciudad y terminan afectando a todo el resto de la reja hacia afuera.
    No se necesitan genios, si eso está bien, pero necesitamos arquitectos que ejerzan como arquitectos. En esa comparativa se necesitan “arquitectos psicólogos“ que escuchen observen y entiendan el problema de la ciudad y de ahí proyectar con la ética correcta en una ciudad que es para todos y no los arquitectos comerciantes que solo por tener su título proyecten lo primero que crean que sirva y vendan lo más rápido posible.

  7. Antonia Sánchez dijo:

    Se habla de «tumores urbanos» en referencia a las torres de viviendas, cada vez más populares, del negocio inmobiliario, ¿qué solución se propone en vez? Si va a criticarse la aparición de torres como consecuencia de la densificación urbana, alternativa a la expansión, y del libre mercado en las demandas de un montón de población que aspiran vivir en barrios céntricos en lugar de en las perfierias alejadas de este que terminan traduciendose en altos costos de tiempo y dinero en movilización y una peor calidad de vida en cuánto a la accesibilidad de servicios, equipamientos etc. Hay una gran contradicción en el tema del valor del suelo y lo que eso conlleva en cuanto a la densificación y aprovechamiento económico dentro de las zonas más «cotizadas» de la ciudad y la exigencia a su vez de cada vez más espacios públicos y metros cuadrados de áreas verdes por habitantes. El suelo no puede multiplicarse y al existir la línea de un límite urbano es imposible evitar la densificación de los suelos con la aparición de estos llamados «tumores» y además exigir multiplicar los espacios públicos. No todo puede ser perfecto, o por una parte se opta por la expansión urbana que frenaría bastante la aparición de torres inmobiliarias, homogenizaría en cierta medida el valor de los suelos,diversificaría barrios y mezclas sociales, multiplicaría las áreas verdes y espacios públicos pero disminuyendo las áreas rurales, aumentando la construcciones de vías de transporte y desplazamiento de individuos, etc. Por la otra parte puede optarse por apoyar el fenómeno de la densificación urbana que disminuiría la contaminación, reduciría los tramos a recorrer en vehículos contaminantes, aumentaría la vida urbana y produciría un ahorro en la economía de las familias pero a su vez limita las aspiraciones individuales de transporte y vivienda con jardín, disminuye la privacidad, limita la posibilidad de áreas verdes etc. Ambos fenómenos tienen sus aspectos positivos y negativos pero debe escogerse alguno ya que el criticar la aparición de torres y a su vez los espacios públicos disponibles es criticar ambas sin lugar a una solución esperanzadora. Por último si bien los arquitectos, al ser supuestamente los responsables y más entendidos en el tema, no pueden solucionar esto solos ya que la planificación y desarrollo de una ciudad definitivamente requiere de la colaboración de varias partes como el transporte, las políticas públicas, la economía, los ciudadanos etc. participando para poder solucionar y llevar a cabo el plan que los arquitectos pudiesen proponer.

    • Al hacer referencia a los «tumores urbanos», no es precisamente la expansión y densificación urbana en el centro de Santiago lo que critico, de hecho todos sabemos que densificar correctamente es mejor que expandir (por todas las razones que mencionas y más). Pero creo que aquí está la clave: «DENSIFICAR CORRECTAMENTE». Y eso es precisamente lo que en el centro de Santiago no está ocurriendo. El mercado inmobiliario se posa sobre la ciudad de acuerdo a beneficios propios regidos por ganancias personales y es eso lo que debe organizarse, planificarse y no permitirse. Critico la forma en que la expansión inmobiliaria se esta desarrollando, dejando verdaderos espacios muertos entre los edificios, espacios residuales que por soleamiento y dimensiones dificulta la construcción. Espacios que difícilmente se pueden vender, porque nadie los quiere comprar. En algunos años se hará más notorio este problema y será necesario extirpar algunos edificios para sanear estos espacios muertos y reconstruir un tejido más continuo. Y definitivamente estoy de acuerdo con reactivar los espacios públicos necesarios en todo barrio. Hay algunos buenos ejemplos de edifcios en el centro de Santiago bien pensados desde el espcios público, pero otros que nadie negaría que se quedaron en el camino y no nos podemos conformar con sólo una parte.

  8. Isidora Mujica dijo:

    Interesante la analogía de la ciudad enferma y tumorosa que nos nuestra la María Jesús, ya que nos revela y conecta con la realidad de una entidad viva y en constante cambio, como lo es nuestra ciudad. Pero, al igual como sucede con un organismo enfermo, se requiere que los diversos actores trabajen en sincronía para lograr buenos resultados. Me refiero al médico y diversos profesionales de la salud, (arquitectos y profesionales relacionados), y al enfermo mismo, constituido por células representadas por cada uno de nosotros.
    Así como en el caso de las enfermedades, es crucial la actitud del enfermo y la disposición que tenga ante su enfermedad. Si se deja todo en manos de los médicos, poco se logra sin la comprometida colaboración del paciente, y por otra parte si se elige al médico equivocado, tampoco se llegara a buenos resultados.

    Por lo tanto, solo la acción coordinada de médico-paciente tendrá mayores probabilidades de éxito. Nosotros como médicos de esta ciudad enferma, no debemos perder de vista la visión de conjunto, del enfermo como un todo y no solo un problema puntual de unas pocas células, porque corremos el riesgo de que se propague la enfermedad. Pero tal como decía la Bárbara cuando apela al “trabajo más íntimo, lo doméstico, lo que puedo alcanzar desde el barrio” necesitamos que cada uno de nosotros participe en su propio entorno, favoreciendo y privilegiando, por ejemplo, el comercio a menor escala, los trayectos cortos a pie o en bicicleta, el kiosco y el almacén de barrio por sobre los grandes centros comerciales, de manera de que los primeros no mueran y no se pierdan las interacciones urbanas a escala humana. Así, y solo así, demostrando con ocupación de los espacios públicos, haremos más evidente la necesidad de mayores parques, ciclovías y entornos amigables.

    En resumen, podemos ser parte de la solución, pero solo parte de ella, al diagnosticar y mostrarle al paciente la causa de su mal y las posibles soluciones pero sin la participación del directo involucrado, es poco lo que podemos hacer.

  9. Pedro Coutinho dijo:

    Estoy de acuerdo a lo que dice Isidora Mujica en lo que se refiere al arquitecto como parte de la solución para esos tumores urbanos. Encuentro el urbanismo como una disciplina que coordina muchas áreas de actuación, como son ejemplos la sociología, la ingeniería, la política y muchas otras, y la posición del arquitecto pasa por conjugar todas esas actividades de manera a lograr lo mejor para la ciudad. Como asegura Pier Vittorio Aureli en el reciente libro de sus entrevistas (1), «sin colaboración no habría ninguna forma de producción» y esa es la condición que se pretende asegurar en este comentario. Aureli declara tambien que «algunas veces, {están dispuestos} a cambiar la forma en que {trabajan} para {conseguir la colaboración}» y eso es la clave para lograr un bueno proyecto para la ciudad.

    Cuando declaro que los arquitectos son parte de la solución del problema, estoy diciendo que es necesaria la coordinación de la equipa de todos los «médicos», haciendo referencia a la columna de María Jesús Fernández, que intervienen en la ordenanza de la ciudad. Muchas de las veces eses tumores se generan por incompatibilidades entre todos los «médicos» que hacen la operación. ¿Como es posible evitar la enfermedad, se las manos que operan están descoordinadas?

    Estoy de acuerdo cuando se habla de que no podemos continuar como espectadores del problema, y en ese sentido la expresión de Coderch, «No son genios lo que necesitamos ahora» es mucho oportuna. Pero pienso que se necesita buscar la esencia de los problemas y actuar sobre ella, como que haciendo un proceso de «acupuntura» en los puntos principales. Y parte del equipo de médicos reunir fuerzas en el sentido de actuar de forma eficaz.

    (1) PIER VITTORIO AURELI, Pier Vittorio Aureli – Entrevistado por 0300 TV, Ediciones ARQ. Santiago do Chile. p.83

  10. Pedro Barros dijo:

    “Es momento que dejemos de ser espectadores y nos arriesguemos a ser médicos, con un ojo más agudo. Pregunto nuevamente, ¿qué vemos actualmente en el centro de Santiago?”

    Su tema es increíblemente pertinente, podemos decir que es una realidad que algunas de las alteraciones hechas en las ciudades son de facto tumores urbanos y eso es una crítica pertinente no solo en el caso de Santiago como en el caso de muchas otras ciudades europeas. Existe una pérdida de continuidad, hay una pérdida de relaciones entre las diferentes partes en las ciudades, y aquello que los urbanistas tanto anelaban, densificar las zonas de residencia rápidamente se convirtió en un grave problema, creando tumores urbanos que dañan el buen funcionamiento de la ciudad.

    La realidad de las ciudades está hecha por diferentes manos, diferentes cabezas, diferentes épocas, las ciudades son un escenario cinemetográfico donde ocurre toda la vida urbana, ¿Pero qué pasa con este escenario?¿Que hacer en estas situaciones? Bueno, no creo que haya una receta farmacéutica, no creo que el remedio sea tan facilmente digerido como lo que es referido, pero concuerdo con la posición tomada, es necesario radicalizar drásticamente la formación y pensamiento de los practicantes del oficio de la arquitectura, pero el verdadero cambio también deveria venir de factores culturales, la ciudad no puede ignorar más ciertos factores que hacen parte de la vida de las personas, contrariar esto, es contrariar la naturaleza del ser humano, y hacerlo es crear un problema.

    No hay remedios, no hay soluciones a corto plazo, nuestra época ya no permite revoluciones urbanistas tan drásticas como las que nos muestra la historia, pero aún podemos aprender con nuestros errores e intentar extirpar de raíz estos tumores proliferantes en nuestros centros urbanos, el cambio está realmente en nosotros y en la postura frente a estos hechos urbanos. Es imposible e inmoral quedarse indiferente ante este problema y menos aún formar parte de él y abandonar nuestra ética, por la ambición.

  11. La temática que pone en la palestra esta columna me parece interesante puesto que nos hace reflexionar sobre el rol del arquitecto en la construcción de ciudad.
    En una ciudad dominada por el urbanismo mercantilista en donde el poder constructivo se encuentra en manos de inmobiliarias que buscan la rápida capitalización a través de inversiones que minimizan al máximo sus costos, es difícil encontrar un espacio para la correcta ejecución de la profesión. Con esto no quiero sonar fatalista y plantear que no hay nada que hacer al respecto, si no todo lo contrario.
    A mi parecer la solución a las problemáticas de la ciudad se centran en un equilibrio entre la hegemonía económica de quienes la construyen (privados) y el poder normativo de quienes la regulan (Sector público), por lo que generar espacios de dialogo y negociación entre ambos es imperante para la construcción de ciudades armónicas, que respondan tanto a los intereses particulares como comunes. En este sentido, creo que la invitación a ser parte de la construcción de ciudades no solo a partir del diseño arquitectónico de escritorio, si no que mediante la vinculación tanto con las necesidades sociales de los habitante de esta, como con la participación en la creación de sistemas reguladores de la misma. La única herramienta disponible para controlar la desenfrenada ambición del sector privado es la fuerza reguladora del sector público, por ende es de primera necesidad que los arquitectos comiencen a tener un rol más activo y determinante en la planificación de ciudades a nivel transversal, no solo de cara al urbanismo, si no que también al transporte, el medio ambiente, la educación etc.

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